Un cable lanzó la alarma sobre la salud de la artista, pero su biógrafa María Cortina dice que trae la pila bien cargada
Cuando mueren los grandes artistas nace la leyenda; algunas veces ésta se adelanta, como en el caso de Chavela Vargas, a quien un cable de DPA da por desahuciada y luego habla de sus planes para ir a Argentina a recibir un homenaje, según María Cortina, autora del libro Las verdades de Chavela Vargas (Océano, 2009).
Consultada al respecto, Cortina, comenta para KIOSKO que la palabra “desahuciada” no se aplica para el momento actual. “Cuando Chavela presentó el disco ¡Por mi culpa!, en abril pasado, ella venía saliendo de una operación de emergencia por oclusión intestinal, y sí se veía muy mal, pero ahorita trae una pila que no veas”, dice Cortina.
Por siempre joven
Chamana al fin, en junio de 2007 Chavela le dijo a la periodista Blanche Petrich: “Quiero morirme un martes, para no fregarle el fin de semana a nadie. Nada sucede los martes, son muy aburridos”. El martes 4 de diciembre del mismo año se presentó en el Auditorio Nacional y estuvo a punto de tener boca de profeta, pues antes de cumplir con el programa previsto se sintió mal, pidió una silla de ruedas y se retiró, dejando estupefactos a todos sus seguidores.
Si algún día se muere, lo hará cuando le dé la gana, tal como ha vivido, seguramente un martes o, si cambia de opinión, un jueves, en Tepoztlán con aguacero.
La Vargas ha dicho que, según sus cuentas, se bebió 45 mil copas en 30 años de parrandas, muchas de ellas al lado de José Alfredo Jiménez, que a veces duraban semanas… y hasta meses.
Y no se murió. Tampoco falleció cuando de niña trabajó en el campo como mula, ni por los golpes que recibió durante la adolescencia por sentirse atraída por otras mujeres.
“Cuando era pequeña me dijeron que me iban a excomulgar por ser lesbiana”, escribió ella misma en una pequeña autobiografía titulada Y si quieren saber de mi pasado (Aguilar, 2002).
Su padre la llamaba “rareza” por andar “tras la hija de la cocinera” y alguna vez la amenazó con estas palabras: “¡Me avergüenzo de ser tu padre y me avergüenzo de que seas mi hija! ¡Haré que te encierren en un reformatorio!”
En la primera década del siglo XXI es tan políticamente correcto declararse homosexual que hasta los grandes iconos del pop lo hacen, como Ricky Martin. Pero Chavela lo hizo cuando era casi un delito. En el México de los años 50 le llevaba serenatas a sus amores, sin importarle que eso trajera consigo insultos de los transeúntes. “Ser homosexual no es ningún pecado, es mi gloria y me envanezco de ella, si uno tiene derecho a envanecerse por esas cosas”, dijo públicamente antes de que acabara el siglo XX. Siempre ha sido la valiente en un mundo de doble moral, tal como lo narró ella misma en Y si quieren saber de mi pasado: “Yo estaba de hotelera en Monterrey, me habían contratado para una serie de recitales o para amenizar las noches de los acaudalados clientes. Cansada tras una actuación, y tras haber platicado y festejado con los amigos, subí a mi habitación. Allí estaban unas señoras de la jet, hermosísimas, guapérrimas, recostadas en mi cama y los sillones. Habían sobornado al gerente, le habían pagado para que les abriera la puerta de mi habitación. Estaban ahí para que yo pudiera elegir a la que más me gustase, o para probar cuál de todas podría enamorarme. Aunque la bendita leyenda negra diga lo contrario, no quise nada con aquellas señoras”.
En noviembre de 2000, luego de recibir en Madrid la Gran Cruz de Isabel la Católica, de manos del entonces presidente José María Aznar, Chavela se fue a un restaurante madrileño para celebrar con sus amigos. Entonces, según ha narrado ella misma, se le acercó una mujer entrada en años y le susurró al oído: “Chavela, ¿cuándo nos acostamos?”
En su lista de amores hubo “varias señoronas”, entre las que se incluye Frida Kahlo, con quien convivió durante varios meses en la Casa Azul de Coyoacán. Una carta de la pintora a la cantante así lo demuestra, tal como aparece en el libro de María Cortina.
En una reciente charla con el periodista Julio Aguilar, Vargas señaló: “Uno se puede enamorar 80 veces porque el amor no existe. Es la vesícula, cuando trabaja bien. Está uno enamorado y piensa uno que es para siempre. De repente, tu pareja te dice ‘adiós, mucho gusto, no tenemos nada de qué hablar’. Son los retazos de la vida”.
Admirada por los grandes
Chavela ha dicho: “La gente me ha conocido por mi música y por mi música deben apreciarme”. Gracias a sus temas ha pisado el Carnegie Hall, el Olimpia y otros sitios más en España, donde Pedro Almodóvar la ha presentado como artista del calibre de Edith Piaf, Billie Hollyday y Judy Garland.
En su momento, Carlos Monsiváis dijo: “Chavela es uno de los personajes más importantes de nuestra historia emotiva, una intérprete cuyo repertorio nos ayuda a ser profundos rápidamente y a conservar intacta nuestra capacidad de revivir emociones”. Joaquín Sabina, escribió: “Las amarguras no son tan amargas cuando las cantas tú”
Cuando mueren los grandes artistas nace la leyenda; algunas veces ésta se adelanta, como en el caso de Chavela Vargas, a quien un cable de DPA da por desahuciada y luego habla de sus planes para ir a Argentina a recibir un homenaje, según María Cortina, autora del libro Las verdades de Chavela Vargas (Océano, 2009).
Consultada al respecto, Cortina, comenta para KIOSKO que la palabra “desahuciada” no se aplica para el momento actual. “Cuando Chavela presentó el disco ¡Por mi culpa!, en abril pasado, ella venía saliendo de una operación de emergencia por oclusión intestinal, y sí se veía muy mal, pero ahorita trae una pila que no veas”, dice Cortina.
Por siempre joven
Chamana al fin, en junio de 2007 Chavela le dijo a la periodista Blanche Petrich: “Quiero morirme un martes, para no fregarle el fin de semana a nadie. Nada sucede los martes, son muy aburridos”. El martes 4 de diciembre del mismo año se presentó en el Auditorio Nacional y estuvo a punto de tener boca de profeta, pues antes de cumplir con el programa previsto se sintió mal, pidió una silla de ruedas y se retiró, dejando estupefactos a todos sus seguidores.
Si algún día se muere, lo hará cuando le dé la gana, tal como ha vivido, seguramente un martes o, si cambia de opinión, un jueves, en Tepoztlán con aguacero.
La Vargas ha dicho que, según sus cuentas, se bebió 45 mil copas en 30 años de parrandas, muchas de ellas al lado de José Alfredo Jiménez, que a veces duraban semanas… y hasta meses.
Y no se murió. Tampoco falleció cuando de niña trabajó en el campo como mula, ni por los golpes que recibió durante la adolescencia por sentirse atraída por otras mujeres.
“Cuando era pequeña me dijeron que me iban a excomulgar por ser lesbiana”, escribió ella misma en una pequeña autobiografía titulada Y si quieren saber de mi pasado (Aguilar, 2002).
Su padre la llamaba “rareza” por andar “tras la hija de la cocinera” y alguna vez la amenazó con estas palabras: “¡Me avergüenzo de ser tu padre y me avergüenzo de que seas mi hija! ¡Haré que te encierren en un reformatorio!”
En la primera década del siglo XXI es tan políticamente correcto declararse homosexual que hasta los grandes iconos del pop lo hacen, como Ricky Martin. Pero Chavela lo hizo cuando era casi un delito. En el México de los años 50 le llevaba serenatas a sus amores, sin importarle que eso trajera consigo insultos de los transeúntes. “Ser homosexual no es ningún pecado, es mi gloria y me envanezco de ella, si uno tiene derecho a envanecerse por esas cosas”, dijo públicamente antes de que acabara el siglo XX. Siempre ha sido la valiente en un mundo de doble moral, tal como lo narró ella misma en Y si quieren saber de mi pasado: “Yo estaba de hotelera en Monterrey, me habían contratado para una serie de recitales o para amenizar las noches de los acaudalados clientes. Cansada tras una actuación, y tras haber platicado y festejado con los amigos, subí a mi habitación. Allí estaban unas señoras de la jet, hermosísimas, guapérrimas, recostadas en mi cama y los sillones. Habían sobornado al gerente, le habían pagado para que les abriera la puerta de mi habitación. Estaban ahí para que yo pudiera elegir a la que más me gustase, o para probar cuál de todas podría enamorarme. Aunque la bendita leyenda negra diga lo contrario, no quise nada con aquellas señoras”.
En noviembre de 2000, luego de recibir en Madrid la Gran Cruz de Isabel la Católica, de manos del entonces presidente José María Aznar, Chavela se fue a un restaurante madrileño para celebrar con sus amigos. Entonces, según ha narrado ella misma, se le acercó una mujer entrada en años y le susurró al oído: “Chavela, ¿cuándo nos acostamos?”
En su lista de amores hubo “varias señoronas”, entre las que se incluye Frida Kahlo, con quien convivió durante varios meses en la Casa Azul de Coyoacán. Una carta de la pintora a la cantante así lo demuestra, tal como aparece en el libro de María Cortina.
En una reciente charla con el periodista Julio Aguilar, Vargas señaló: “Uno se puede enamorar 80 veces porque el amor no existe. Es la vesícula, cuando trabaja bien. Está uno enamorado y piensa uno que es para siempre. De repente, tu pareja te dice ‘adiós, mucho gusto, no tenemos nada de qué hablar’. Son los retazos de la vida”.
Admirada por los grandes
Chavela ha dicho: “La gente me ha conocido por mi música y por mi música deben apreciarme”. Gracias a sus temas ha pisado el Carnegie Hall, el Olimpia y otros sitios más en España, donde Pedro Almodóvar la ha presentado como artista del calibre de Edith Piaf, Billie Hollyday y Judy Garland.
En su momento, Carlos Monsiváis dijo: “Chavela es uno de los personajes más importantes de nuestra historia emotiva, una intérprete cuyo repertorio nos ayuda a ser profundos rápidamente y a conservar intacta nuestra capacidad de revivir emociones”. Joaquín Sabina, escribió: “Las amarguras no son tan amargas cuando las cantas tú”
No hay comentarios:
Publicar un comentario