El escritor británico quería concentrarse en novelas históricas, pero fue el maestro de detectives y su ayudante, el doctor Watson, los que lo hicieron famoso para la posteridad. Este 22 de mayo se cumplen 150 años del nacimiento de Doyle.
Él hubiese querido que su héroe se ahogara en una cascada en Suiza, porque le dio fama y dinero, pero también lo había hartado. Pero Sherlock Holmes tuvo que revivir, y su creador, Arthur Conan Doyle, soportarlo.
El escritor británico quería concentrarse en novelas históricas, pero fue el maestro de detectives y su ayudante, el doctor Watson, los que lo hicieron famoso para la posteridad. Este 22 de mayo se cumplen 150 años del nacimiento de Doyle.
Al principio nada indicaba que como padre del detective más famoso del mundo Doyle fuese a pasar a la historia. Fue hijo de un artista alcohólico y nació en Edimburgo.
Asistió a la escuela de los jesuitas en Inglaterra y en Austria, antes de regresar a la capital escocesa para estudiar medicina. Tras trabajar como médico a bordo de un barco ballenero, estableció su consulta en Inglaterra.
Pero los pacientes no acudían. Mientras que esperaba por tanto la llegada de la clientela, comenzó a escribir, inspirado, entre otras cosas, por sus experiencias como estudiante de medicina. Más que los estudios de anatomía, su gran guía era sin embargo el autor Edgar Allan Poe.
Y así surgió Sherlock Holmes en 1887. Para que nadie se quedara a medias en las historias, Doyle creó la figura del doctor Watson junto a la del detective de boina y pipa, que ayudaba a los lectores a seguir la trama con sus preguntas. El esquema del detective genial y su ayudante más bien mediocre se convirtió en un modelo para numerosas novelas policíacas.
Los dos primeros libros, "Estudio en escarlata" y "El signo de los cuatro", no se hicieron muy famosos. Fue a partir del cuento "Escándalo en Bohemia" (1891) que se hizo conocido internacionalmente, lo que se volvió una carga contra él.
Una vez le dijo a su madre que Holmes apartaba su espíritu "de cosas mejores" y que quería librarse de él. "Tú piensas que es lo mejor, pero la gente no lo aceptará fácilmente", le respondió sabia su madre.
Y así fue. En 1893 Doyle visitó las cascadas de Reichenbach en Suiza y consideró que "este terrible lugar es una buena tumba para Sherlock, incluso aunque tenga que enterrar mi cuenta bancaria junto con él".
Doyle hizo desaparecer a Holmes en "El problema final". Pero ante el grito de horror de los fans, se vio obligado a hacerlo resucitar.
Al igual de escaso que el afecto por su personaje era lo que Doyle tenía en común con él: en vez de análisis fríos y lógicos, Doyle creía en las leyendas y se introdujo cada vez más en el ocultismo tras la muerte de su primera mujer y de su hijo mayor en la Primera Guerra Mundial. Participó en varias organizaciones espiritistas. Murió en 1930 tras ser nombrado caballero debido a un problema cardíaco.
Pero ni sus escritos sobre fantasmas ni sobre la Guerra de los Bóers son conocidos para el público general y en cambio sigue existiendo hasta hoy un auténtico culto a Sherlock Holmes. Con traducciones a unos 50 idiomas, películas e incluso un ballet, Arthur Conan Doyle permanece como el creador de ese mito. Londres, Inglaterra. DPA (Milenio)
El escritor británico quería concentrarse en novelas históricas, pero fue el maestro de detectives y su ayudante, el doctor Watson, los que lo hicieron famoso para la posteridad. Este 22 de mayo se cumplen 150 años del nacimiento de Doyle.
Al principio nada indicaba que como padre del detective más famoso del mundo Doyle fuese a pasar a la historia. Fue hijo de un artista alcohólico y nació en Edimburgo.
Asistió a la escuela de los jesuitas en Inglaterra y en Austria, antes de regresar a la capital escocesa para estudiar medicina. Tras trabajar como médico a bordo de un barco ballenero, estableció su consulta en Inglaterra.
Pero los pacientes no acudían. Mientras que esperaba por tanto la llegada de la clientela, comenzó a escribir, inspirado, entre otras cosas, por sus experiencias como estudiante de medicina. Más que los estudios de anatomía, su gran guía era sin embargo el autor Edgar Allan Poe.
Y así surgió Sherlock Holmes en 1887. Para que nadie se quedara a medias en las historias, Doyle creó la figura del doctor Watson junto a la del detective de boina y pipa, que ayudaba a los lectores a seguir la trama con sus preguntas. El esquema del detective genial y su ayudante más bien mediocre se convirtió en un modelo para numerosas novelas policíacas.
Los dos primeros libros, "Estudio en escarlata" y "El signo de los cuatro", no se hicieron muy famosos. Fue a partir del cuento "Escándalo en Bohemia" (1891) que se hizo conocido internacionalmente, lo que se volvió una carga contra él.
Una vez le dijo a su madre que Holmes apartaba su espíritu "de cosas mejores" y que quería librarse de él. "Tú piensas que es lo mejor, pero la gente no lo aceptará fácilmente", le respondió sabia su madre.
Y así fue. En 1893 Doyle visitó las cascadas de Reichenbach en Suiza y consideró que "este terrible lugar es una buena tumba para Sherlock, incluso aunque tenga que enterrar mi cuenta bancaria junto con él".
Doyle hizo desaparecer a Holmes en "El problema final". Pero ante el grito de horror de los fans, se vio obligado a hacerlo resucitar.
Al igual de escaso que el afecto por su personaje era lo que Doyle tenía en común con él: en vez de análisis fríos y lógicos, Doyle creía en las leyendas y se introdujo cada vez más en el ocultismo tras la muerte de su primera mujer y de su hijo mayor en la Primera Guerra Mundial. Participó en varias organizaciones espiritistas. Murió en 1930 tras ser nombrado caballero debido a un problema cardíaco.
Pero ni sus escritos sobre fantasmas ni sobre la Guerra de los Bóers son conocidos para el público general y en cambio sigue existiendo hasta hoy un auténtico culto a Sherlock Holmes. Con traducciones a unos 50 idiomas, películas e incluso un ballet, Arthur Conan Doyle permanece como el creador de ese mito. Londres, Inglaterra. DPA (Milenio)
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